Muchos de nuestros problemas… nos gustan. Nos encantan. Incluso llegamos a defenderlos. A veces ni los vemos, y cuando los vemos, cuesta soltarlos. No parecen problemas, parecen parte de nosotros.
Y justo por eso son tan peligrosos. Porque entre más cómodos, más invisibles. Se disfrazan de cariño, de rutina, de necesidad. Pero siguen estando ahí, frenando el cambio para avanzar.
Interesante el asunto…
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a El Substack de Alex para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.